17 Mar Nuevo mapa compila el conocimiento en torno a la conservación de la Patagonia
Un mapa que recopila, caracteriza y sintetiza la evidencia científica asociada al conocimiento de la conservación en la Patagonia Chilena es la nueva herramienta creada por un grupo interdisciplinario de investigadores nacionales, liderados por la investigadora María José Martínez, del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y del Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera (SECOS).
El objetivo de este trabajo titulado A systematic evidence map of conservation knowledge in Chilean Patagonia, es apoyar la toma de decisiones en torno al desarrollo y aplicación de planes de manejo que resguarden efectivamente los delicados ambientes terrestres y marinos de la zona, una de las pocas partes del mundo que todavía cuentan con más de la mitad de sus hábitats naturales legalmente protegidos (54%).
Sin embargo, “pese a los progresos realizados a la fecha, sigue habiendo serias preocupaciones, debido, principalmente, a las brechas que aún existen entre la protección legal y la protección real de éstas áreas”, afirman los investigadores en el paper. Y aún cuando el interés científico, nacional e internacional, por conservar la región está, así como la información científica necesaria para conocer en tiempo real el estado de su biodiversidad, sus procesos ecológicos y sus principales amenazas, esta información, recalcan que “se encuentra actualmente fragmentada y nunca ha sido colectada, integrada o analizada a escala regional”.
Para abordar este problema, los autores levantaron una base de datos con más de 1.000 publicaciones abocadas al estudio de la Patagonia Chilena entre 1975 y 2018, las que fueron clasificadas según el tipo de ecosistema que trataban (terrestre, marino, de agua dulce, social u otro), y el conocimiento asociado a los impactos que los principales impulsores de cambio global de la zona (cambio climático cambio de hábitat, especies invasoras, sobreexplotación y contaminación) tenían sobre dichos ecosistemas y sus áreas protegidas.
“Es urgente intensificar los esfuerzos para entregar la evidencia a los tomadores de decisión en un formato que permita su consideración e incorporación en políticas de conservación”, advierte María José Martínez. «En esta revisión, proporcionamos una herramienta que puede ayudar a alcanzar este objetivo de manera confiable y transparente”.
Principales hallazgos
En su análisis, los investigadores notaron que la mayoría de las publicaciones correspondían a estudios sobre ecosistemas marinos (33%) y terrestres (29%) con un lento incremento en el tiempo de aquellos asociados a sistemas sociales (21%), y a la inclusión de variables sociales y dimensiones humanas relativas a la conservación y manejo de estos ecosistemas.
En cuanto a los impulsores de cambio global, los estudios referidos a los efectos del cambio climático (19%) y las especies invasoras (13%, concentrándose en investigaciones sobre la introducción del salmón y el castor), fueron los más numerosos. El estudio de estos estresores en ecosistemas terrestres mostró una tendencia significativa al alza entre los años 2000 y 2010, mientras que aquellos dedicados al cambio de hábitat (también en sistemas terrestres), comienza un crecimiento a partir de la segunda década del Siglo XXI.
En cambio, lo más estudiado en el caso de los sistemas marinos fue la contaminación, con un 7% de los estudios dedicados a este tema en particular. Le siguen igualmente especies invasoras (6%), hábitat (3,5%), y cambio climático (3,3%). Para estudios sobre ecosistemas de agua dulce, la mayoría trató sobre este último tema (9%), abocándose principalmente a la pérdida de masa de glaciares a causa del calentamiento global.
Por último, los estudios sobre sistemas sociales exploraron mayoritariamente el problema de la sobreexplotación de recursos (1,8%) y la contaminación (1%), aunque gran parte de ellos atendían más bien a las relaciones humano-naturaleza, a pueblos originarios, y a los patrones humanos de ocupación en la Patagonia, y no consideraban otros impulsores de cambio global.
Junto con estas clasificaciones, los investigadores también analizaron la distribución espacial de estos estudios, detectando que menos del 31,5% de la evidencia recopilada fue adquirida dentro del sistema de áreas protegidas. “La mayoría de los estudios se concentran en sólo tres de los parques nacionales más grandes (el Parque Bernardo O’Higgins, la laguna San Rafael y las Torres del Paine), lo que revela que hay una vasta fracción de esta región que se mantiene subestudiada, y que trabajo adicional será necesario para mejorar el conocimiento de estas áreas a nivel de conservación” comentan.
Otras brechas de conocimiento
Durante la confección de este mapa, los autores también pudieron descubrir vacíos y sesgos de conocimiento en el conjunto de la evidencia existente hasta ahora. Estos hallazgos, sumados a un conjunto de recomendaciones de conservación elaboradas por el grupo de expertos que analizó dicha evidencia, fueron presentados en el libro Conservación en la Patagonia Chilena: Evaluación del conocimiento, oportunidades y desafíos, editado por los autores Juan Carlos Castilla, Juan Armesto y María José Martínez.
Entre las tareas pendientes, los expertos señalan un énfasis en la investigación asociada a ecosistemas terrestres en desmedro de otros sistemas, tendencia que se refleja también en términos del manejo de áreas protegidas de la región. “Hay grandes brechas entre protección legal y protección real, particularmente en materia marina” señalan, “la cual se encuentra enormemente amenazada por el uso agro-industrial”.
Asimismo, la investigadora IEB y SECOS, María José Martínez, explica que “también identificamos como una brecha, la necesidad de incorporar el estudio de las dimensiones sociales de la conservación, y que los esfuerzos futuros deben enfocarse en incorporar el conocimiento tradicional y local, ya que esto puede ayudar a señalar el camino hacia la conservación de los ecosistemas”.
Pese a estos vacíos, los autores coinciden en que los 1.600 km de extensión que comprenden la Patagonia Chilena, el más largo sistema de fiordos y estuarios del hemisferio sur, representan una oportunidad única para la conservación de grandes paisajes terrestres y marinos no intervenidos. “La aplicación de estrategias innovadoras de conservación, como proyectos integrados tierra-mar, la gestión de parques, la conservación marina de usos múltiples y la conservación biocultural, a través de la asignación de derechos de acceso y gestión sobre áreas marinas a comunidades indígenas”, explican, son algunas de las medidas que deben impulsarse para continuar estos esfuerzos.
Este trabajo, que contó además con la co-autoría de los investigadores SECOS, Stefan Gelcich y Laura Nahuelhual, fue publicado en la revista Conservation Science and Practice, y la base de datos generada por los autores se encuentra libremente disponible en Mendeley Data.