03 Oct Científicos del Instituto Milenio SECOS impulsan mirada transdisciplinaria para estudiar la dinámica del dióxido de carbono (CO2) en las zonas costeras del Biobío y Ñuble
Los océanos absorben aproximadamente el 30% de las emisiones globales de dióxido de carbono y el 80% del calor que se ha generado en nuestro planeta, producto del incremento en las emisiones de gases de efecto invernadero. Estudiar el delicado equilibrio de los gases, como el dióxido de carbono (CO2) entre la atmósfera y el océano, constituyen hoy un elemento clave para estudiar las consecuencias del cambio climático y global.
Comprender la dinámica oceanográfica, el ciclo del carbono, el rol que juegan procesos naturales como la surgencia o “afloramiento” costero y las descargas de agua dulce de los ríos en la dinámica del dióxido de carbono en el océano, son los objetivos de un grupo de científicos del Instituto Milenio de Socio-Ecología Costera (SECOS) que estudian la costa de la región del Biobío.
Como parte de un programa de observación oceanográfico en el Golfo de Arauco, Cristian Vargas y Luis Antonio Cuevas de la Universidad de Concepción (UdeC) y el Instituto Milenio SECOS, y el oceanógrafo físico de la Universidad del Biobío (UBB) y también SECOS, Gonzalo Saldías, han desplegado una serie de instrumentos para registrar los cambios en los niveles de oxígeno, y acidez (pH) del agua de mar. Esto, porque la cantidad o concentración de CO2 en el agua de mar, determina su pH o grado de acidez. Cuanto más CO2 ingrese al agua de mar, menor será su pH y viceversa.
El grupo de investigadores, lleva años estudiando el rol que juegan las descargas de agua dulce de ríos como el Biobío o el Itata en los niveles de pH en la zona costera. “El agua dulce de los ríos se caracteriza por tener una baja capacidad buffer, o de controlar los cambios en el pH, lo cual se traduce en que el agua que descargan los ríos tiene un menor pH, y genera procesos de acidificación local en sus áreas de influencia”, señala Vargas.
Más aún, los cambios de uso de suelo (e.g. agricultura, plantaciones forestales, entre otros) y las descargas domiciliarias e industriales, modifican las características químicas del agua que es descargada en el océano costero, lo que reafirma la necesidad de estudiar estas dinámicas para abordar de mejor forma estos impactos en las actividades de las comunidades costeras.
Transdisciplina para la sustentabilidad
Junto con lo anterior, también se suma el rol que cumple el Cañón del Biobío en la dinámica de nuestra zona costera, y que estudia actualmente Gonzalo Saldías de la UBB. Un cañón submarino es un tipo de valle submarino de grandes dimensiones y de gran relevancia para el ecosistema marino, al influir en el transporte de sedimentos y agua entre las zonas costeras y el océano abierto y en los procesos oceanográficos de la costa.
Así, debido a la aún poco comprendida influencia de este cañón, sumado al rol que juega la surgencia costera en la generación de eventos de hipoxia (o bajo oxígeno) y que asfixia a muchas especies de peces e invertebrados marinos con las consecuentes varazones, Vargas enfatiza que es imposible comprender las implicancias del cambio global en la zona costera desde una perspectiva mono-disciplinaria, dado que una sola disciplina no puede resolver estas incógnitas. Así, menciona el investigador, se hace necesario contar con un equipo multidisciplinario de geógrafos, geólogos, biólogos, ecólogos, químicos, oceanógrafos, sociólogos y economistas para abordar estas problemáticas que influyen en las dinámicas del borde costero.
Junto a la oceanógrafa Laura Farías y el ecotoxicólogo Ricardo Barra, en SECOS se están llevando a cabo también una serie de estudios para comprender el rol que cumplen las descargas de agua dulce no sólo en la oceanografía y la dinámica del CO2 y el pH en la zona costera, sino también en el transporte de nutrientes y contaminantes al mar, y en las consecuencias de estas descargas en el sistema socio-ecológico de las comunidades de pescadores y acuicultores de pequeña escala que se distribuyen a lo largo del litoral.
“Varios de los instrumentos oceanográficos que tenemos dispuestos a lo largo del Golfo de Arauco, se encuentran justamente dentro de áreas de manejo, o sitios donde se lleva a cabo actividades de acuicultura de moluscos, menciona Vargas, estableciendo así un fuerte nexo con los pescadores y acuicultores que visualizan la importancia de contar con esta información en la toma de decisiones, y como medida de adaptación al cambio climático”, explica el investigador.
Bosques de algas y CO2.
Gracias a los aportes de un proyecto financiado por la Fundación David & Lucile Packard, los investigadores Mauricio Urbina y Erasmo Macaya, de la Universidad de Concepción, y Nelson Lagos, de la Universidad Santo Tomás y SECOS, estudian el potencial que tienen los bosques de macroalgas y huiros en la captación de CO2 del agua de mar. “Estudiamos cómo estos bosques submarinos podrían constituir refugios frente a la acidificación del océano, un fenómeno de escala global que afecta al planeta, producto del incremento de los niveles de CO2 en nuestra atmósfera y que lleva a un mayor ingreso de este gas al océano, y que genera la disminución del pH del agua de mar”, explica Vargas.
Para el grupo de científicos, aunque hay información que sugiere que al menos en las frondas de estos bosques en la superficie, se podría estar dando esta reducción en los niveles de CO2 en el agua de mar, se necesita más evidencia para saber si esto ocurre también en las aguas de fondo, donde están fijados estas macroalgas y donde habitan muchas especies de organismos como jaibas, erizos y peces, y que dependen de que los niveles de CO2 y pH en el agua de mar sean los adecuados para sus procesos biológicos.
A través de esta iniciativa y las actividades que desarrollan desde el Instituto Milenio SECOS en la región, se desea además resaltar la importancia que tienen estos bosques, no sólo en captura el CO2, sino también en la generación de hábitats que permiten mantener una elevada biodiversidad marina, y que en consecuencia permite incrementar la resiliencia de las comunidades humanas frente al cambio climático en nuestra región.
“Necesitamos construir capital social con las comunidades de pescadores, recolectores y acuicultores. Los problemas de sostenibilidad de la zona costera en la región y en otras a lo largo de Chile, requieren esfuerzos transdisciplinarios como los que estamos haciendo a través de este proyecto de la Fundación Packard y el trabajo del SECOS, con procesos de co-producción de conocimiento que permiten valorar el conocimiento ancestral y local que manejan nuestras comunidades costeras, y que debe ser de una vez relevado al lugar que se requiere. Es momento de actuar, y no solo de hacer ciencia desde la academia que solo comunique desastres consumados, sino co-construir soluciones para el presente y futuro”, señala finalmente el académico UdeC.